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 Andrés Camilo Barrios

Viviendo en un país tropical como Colombia, con un predominante clima cálido, veía muy lejano el sueño de conocer la nieve, adicional a esto, a mi corta edad pensaba que si algún día la conociera, lo haría siendo adulto, pero la vida da sorpresas, reconocimientos al esfuerzo y momentos únicos como el que voy a narrar a continuación:

Todo inició el 16 de julio de 2023 la emoción me invadía, las preguntas sobre cómo me sentiría eran inmensas, la expectativa de viajar sin mi familia era muy grande y la felicidad al cumplir uno de mis más grandes sueños era incomparable, debo contar que me la pase muy bien, esta excursión me hizo pensar en que yo sí puedo y también me demostró que el dolor es mental, me refiero al producido por el cansancio y el frio, de hecho cuando llegué al borde me arrojé al suelo, pues mi cuerpo me hacía sentir que necesitaba un descanso inmediato para recuperarse y también para admirar tanta belleza.

El blanco suelo y el cielo azul me hicieron reflexionar acerca de la grandeza de nuestros ecosistemas, de la inmediata necesidad de hablar acerca de su reconocimiento y cuidado, pues cada día que pasa nuestras acciones están acabándolos, arrasando con espacios enormes de tierra y la vida de miles de especies que se suman cada día a categorías de amenaza e incluso extinción, nos comentaron también que se han perdido bastantes kilómetros del borde de nieve por la contaminación y el calentamiento global, en algunas montañas en 30 años ya no habrá nieve.

Aprendí mucho sobre los frailejones y su importancia ecológica, por ejemplo nos contaron que estos crecían entre 1 y 5 centímetros por año, llegamos a ver unos tan enormes (Aproximadamente 6 metros) que solo podíamos pensar en que eran los abuelos del páramo, pues tendrían al menos unos 600 años de vida, nos contaron también que ellos no desechan las hojas que van mudando, sino que las utilizan como abrigo para que no congelarse con las bajas temperaturas, también para almacenar agua y ser refugio para muchos organismos más pequeños.

Conocer tanto sobre nuestra naturaleza me ayudo a seguir, pues debido a que caminamos mucho me sentía constantemente cansado, pero no me rendía porque sabía que yo podía hacerlo, conocí a diferentes personas que fueron amigables y compartí bastantes risas, chistes que algunas veces no nos permitían comer en paz, pues la risa se apoderaba de nosotros en todo espacio,  victorias y muchas cosas más, agradezco mucho esta gran experiencia, pues todos me enseñaron mucho y es algo que nunca voy a olvidar.

Cada uno de los días trajo nuevos momentos, por ejemplo, el primer día que empezamos a conocer el rigor de subir una montaña fue muy exigente, pues no teníamos experiencia en este campo, caminamos más de 7 kilómetros y vimos nuestra naturaleza tan bonita y única desde las colinas, llegamos a una casa donde nos tenían aguapanela y pan, lo peor es que las van no pudieron llegar donde nosotros y tuvimos  que caminar 3 kilómetros más,  algunos cuando vieron las van corrieron de la felicidad, luego llegamos a un hotel a la entrada del camino hacia el nevado y dormimos en carpas al aire libre, dura experiencia ya que aguantamos mucho frio, yo sentía que me iba a congelar pues la sensación térmica era algo nunca antes sentido, estábamos a unos -3°C.

Al siguiente día caminamos unos 3 kilómetros para llegar a una enorme laguna, reconociendo el ecosistema y sus principales representantes, después regresamos al hotel e hicimos actividades grupales, la que más recuerdo fue un torneo de geografía por grupos donde dibujamos todos el mapa de Colombia señalando sus cordilleras y principales ciudades, mi grupo fue el ganador y el premio fue una deliciosa Nutella para compartir, éramos 6 personas, después salimos y la zona verde del lugar de hospedaje plantamos unos árboles, a mi árbol le llame Roky, le llame así porque así porque ese es el nombre de mi gato y lo extrañé mucho durante toda la excursión.

Llegó al fin el gran día, el nevado estaba cerca, nos levantamos temprano para alistarnos y comenzamos a subir hacia nuestro destino, el camino fue duro y con bastante cansancio, algunos no alcanzaron a llegar a la nieve, yo llegué con cierta dificultad ya que casi no sentía mis piernas, pero lo logré, me invadieron la felicidad y el orgullo de un sueño cumplido, tocamos la nieve y era muy fría incluso sentí que se me congelaron las manos, era importante caminar desde el respeto y el cuidado, pues esta era una zona sagrada para los indígenas que la habitaban, después de unas 2 horas apreciando y conociendo el paisaje iniciamos el descenso,  comenzó a llover y algunos se cayeron en el camino, yo no me caí,  llegamos al hotel donde nos tenían un almuerzo muy delicioso y organizamos todo,  recogimos las carpas y nos subimos a las van.

Fuimos al segundo hotel donde dormimos y el día final llegó nos devolvimos a Bogotá cantando y contando historias, luego de muchas horas llegamos al Gimnasio Moderno alrededor de las 8 pm con la nostalgia de haber vivido una gran excursión, no olvidaré a los compañeros y amigos que conseguí, intercambiamos números para seguir en contacto, nos despedimos con fuertes abrazos y volví con mi familia y la gratitud de haber vivido esta gran experiencia.

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